¿Quién de nosotros no ha pensado o dicho alguna vez la frase: “cuando tenga mi propia casa, la haré así”?

Es muy habitual que traigamos a nuestro ámbito personal decisiones que reflejan nuestra personalidad, intereses y deseos. Diseñar algo para uno mismo es, como veremos más adelante, una oportunidad para establecer un diálogo interno, con las personas y con el mundo en el que vivimos.

En nuestro estudio de arquitectura, cuando recibimos un encargo para un proyecto de una casa, por ejemplo, nos damos cuenta de que la petición también lleva consigo una cierta curiosidad, muy similar a esto: “pero ¿cómo sabrá el arquitecto exactamente lo que quiero?” o “¿cuáles son las etapas del proyecto y cómo se aplican a mi realidad?”.

Y, a lo largo de estos años de práctica profesional, la forma como hemos llevado a cabo estas respuestas es permitiendo al cliente escuchar y entender que diseñar en arquitectura es un proceso de apertura, conexión y coherencia en la propuesta de ideas.

¡No te preocupes, te lo explicaré!

El hogar, ya sea una casa o un departamento, es un lugar donde materializamos nuestra vida personal. Está lleno de la construcción de recuerdos que a menudo están vinculados a objetos, sonidos e imágenes. Es donde cocinamos, preparamos comidas, descansamos y nos entretenemos. También puede ser un espacio compartido con las exigencias del trabajo y un lugar para recibir a otras personas. Nuestro hogar es, literalmente, quienes somos.

Como arquitecto que lo diseña, inevitablemente necesito entender cómo funcionan estas cosas para ti actualmente. Y aquí es donde comienza el proyecto arquitectónico: no con el dibujo, sino con las preguntas que te hago y que, muy posiblemente, respondan algunas de las preguntas que tú mismo te hiciste.

¿Recuerdas? Ésta es, por tanto, la fase de “apertura”, que precede y conduce al razonamiento sobre las intenciones del proyecto.

Derivado de ello, entramos en una fase de “conexión”. Este momento es un tanto instigador, pues, cuando llegaste a mí, es posible que ya hayas investigado sobre mi trabajo y proyectos que he llevado a cabo o, si no es el caso, puede que hayas recibido alguna recomendación sobre mi trabajo por parte de algún conocido.

En ambas situaciones, tu búsqueda refleja para mí un deseo de tu parte de comprender mi lengua de trabajo. Al venir a mí, es posible que te hayas identificado con ella, ¿verdad?

Y esta es la parte emocionante porque, una vez que pasemos por la fase de “apertura”, en la que podremos intercambiar información importante sobre tus necesidades para el nuevo hogar, compartiré contigo algunas de las posibles soluciones que puedan solucionar las particularidades que me trajiste.

Suelen ser imágenes de otros proyectos y dibujos hechos a mano, que nos permiten visualizar y anticipar nuestra comprensión de cómo se pueden hacer las cosas.

¿Entiendes la idea? ¡Estas son las referencias básicas de nuestro proyecto!

Sumando las dos fases, “apertura” y “conexión”, podemos pasar a la última de ellas, construyendo las “consistencias” que justifican las decisiones de diseño. Este es un momento importante, ya que es donde puedo demostrar mi capacidad de visualizar soluciones asertivas y traducir, en un auténtico proyecto arquitectónico, las conversaciones que he tenido previamente contigo.

En términos prácticos, a pesar de parecer complejas y extensas, estas tres fases descritas se resuelven brevemente y, para mí, cada vez resulta más evidente que cuanto más cualitativa sea la “apertura” del cliente y más intensa la “conexión” entre el lenguaje del arquitecto y los deseos del cliente, mayor será la probabilidad de “coherencia” entre el diseño de tu casa y lo que deseas. ¿Me sigues?

Además, la creación de planos de proyecto también tiene una estructura lógica de desarrollo y unos plazos que, en nuestro despacho, se estructuran por etapas. La idea aquí es un mayor control del proceso para guiar mejor contigo la maduración de las ideas y hacerte entender el plazo exacto que lleva cada etapa, siendo siempre el cliente el que tiene la última palabra para poder pasar a la siguiente etapa.

En el primero, por ejemplo, representamos el proyecto de forma preliminar, tanto en dibujos como en relación a imágenes realistas, con el objetivo de demostraros la organización interna de los ambientes de la residencia, así como la configuración estética de las fachadas.

En una segunda etapa, sistematizamos nuestros dibujos de manera más técnica, lo que nos permite aprobar el proyecto con alcaldías y condominios, obteniendo así el licenciamiento necesario para liberar la obra e iniciar la construcción del proyecto.

Y en una última etapa, quizá la más compleja y laboriosa de todas, se desarrolla por completo lo que llamamos “proyecto ejecutivo”. Como su nombre indica, son los planos que se estudiarán en obra, funcionando como un manual técnico sobre cómo construir el proyecto en cuestión. Es durante esta etapa en la que también se desarrollan proyectos complementarios a la arquitectura, como son los proyectos estructurales, hidráulicos y eléctricos.

Finalmente, una vez que todos los planos prometidos estén terminados y entregados, nos corresponde a nosotros hacer el seguimiento y, en algunos casos, incluso ejecutar la obra en cuestión. Mucha gente no lo sabe, pero las visitas técnicas del arquitecto durante la obra garantizan que se mantengan las “consistencias” que hemos destacado anteriormente.

¿Se imaginan que todo este esfuerzo nuestro y que luego las cosas no salgan bien? Bueno, nuestra presencia en el lugar tiende a minimizar considerablemente esta probabilidad.

Como podéis observar, el proyecto residencial tiene varios retos, etapas y plazos. También exige un compromiso entre lo que hacemos y lo que vosotros necesitáis que se haga. Y también tiene la virtud de poder consolidar una gran idea, porque es el momento en el que nos permitimos hacer las cosas como creemos.

¡Siempre es un placer para nosotros poder aceptar desafíos y luego proponer la creación de cosas nuevas, por sencillas que sean!

¿Cómo te sentirías al hablar sobre tu proyecto de hogar?